Primer y Segunda Clase Período : La antinomia Civilización y Barbarie-El período Conservador, 1880-1912.


Esta es una síntesis de lo publicado oportunamente en nuestro Manual de Cátedra.


Introducción General. Civilización y Progreso.



     Leemos en Maristella Svampa, que fue Emile Benveniste quien acuñó el término civilización en su obra Problèmes de Linguistique Généra. Claramente el término se refirió tanto a una particular organización social de la Europa Occidental devenida como producto del inicio de un bienestar y progreso económico que se desarrolló desde finales del Siglo XVIII hasta el inicio en el Siglo XX de la Gran Guerra europea.
     En esta “consolidación del viejo continente”, el término se fue transformando en vocablo político y cultural que se utilizó para explicar y justificar la conquista y colonización universal capitalista. Pronto el binomio civilización-progreso fue un tándem ideal que encabezó la empresa racional, moderna y revolucionaria que abrevó en el Iluminismo francés, la Revolución del año 1789 y en la Revolución Industrial inglesa que abarcó dos etapas, a saber: 1780-1848, donde predominó la industria textil y la que se extendió hasta el año 1875, impulsada por la máquina a vapor (industrias a vapor, ferrocarriles, barcos) y su etapa superior, la Imperialista, dominada por la industria química, eléctrica y la del acero.
     
     El “take-off” (despegue sostenido) de su primera etapa también formó parte de este ideal de libertad económica que cimentó la División Internacional del trabajo “uniendo” al género humano tras esta bandera. El fin de siglo sumó a la potencia que hasta entonces dominó el mercado mundial a otros actores que compitieron “lealmente” hasta el estallido de la conflagración del año 1914: EE.UU., el Imperio Alemán, Francia, Italia, Bélgica, e inclusive el Imperio de los Zares de Rusia y del Japón.
    
     Tras esta idea, en materia económica, la conquista de nuevos mercados necesitó imponer el binomio que estamos analizando, con el objetivo de someter a la barbarie original, al Otro diferente; así, la Alteridad fue estigmatizada y cobró una carga demoníaca ya que se opuso, aún sin saberlo, a la presencia “del hombre blanco”; desde su cosmogonía intentó resistir, lo hizo con suerte diversa, y aún hoy trasciende las fronteras y los muros que le impusieron y le imponen desde “centro capitalista”.
     
     Y es precisamente cuando la maquinaria de guerra colonialista se puso en marcha que los pueblos invadidos presentaron resistencia y ahí sí definitivamente se transformaron ante los ojos occidentales en la encarnación del mal. El no-civilizado, el bárbaro por antonomasia que debió ser conquistado…o, en su defecto, exterminado; nació así la colonización capitalista de mediados del Siglo XIX. A civilizar tocaron las campanas: India, Argel, China, el Paraguay, México, Egipto, son solo algunos de los territorios que fueron cayeron bajo la férula de los nuevos y viejos Imperios, ya fuese mediante acciones directas o con la complicidad de sectores nativos de esas mismas sociedades que abrieron las puertas al “nuevo mundo” de la técnica y la manufactura, y por supuesto de los capitales. Lo anticipó la Revolución Francesa, pero orientando su mirada hacia el atraso y la ignorancia feudal; ahora estas mismas palabras eran dirigidas a los pueblos conquistados.

     Esta idea la vemos reflejada en el historiador Eric Hobsbawn quien cita en su obra Las Revoluciones burguesas: “Los bárbaros que amenazan a la sociedad no están ni en el Cáucaso ni en las estepas de Tartaria; están en los suburbios de nuestras ciudades industriales…La clase media debe reconocer francamente la naturaleza de la situación; deben saber en donde están.”
    
     La sociedad burguesa fue creando así, una especie de muralla contra la barbarie sustentada en los nuevos valores construidos por su Estado como lo eran la propiedad, la familia, la autoridad y la consiguiente apropiación de la Patria, la Cultura y la Historia. Al tiempo que esta barbarie sinónimo de masas para la elite intelectual europea, y su representación en nuestra Historia, por parte de la Generación del ’37, apareció reflejada por el número, concepto que aterrorizaba de solo pensar que aquellas impusieran la cantidad ante la calidad ejercida por los patricios: “El número, fuerza bárbara e inmoral que no puede mas que destruir”, afirmaron las clases dominantes.
     
     Por otra parte no debemos dejar de mencionar el rol que cumplieron las ciencias sociales que tomaron a su vez en sus orígenes la línea filosófica del Positivismo aplicando estas ideas a los conflictos sociales, entendiendo al progreso y a la civilización como producto de un evolucionismo lógico en el que sobrevivieron los mas fuertes. Augusto Comte, Herbert Spencer, Emile Durkheim, Max Weber y Karl Marx. El concepto entonces, apareció como legitimador de una clase social que se erigió en dueña de la Historia Universal, que construyó los Estado –Nación, y se sintió depositaria de los valores que respaldasen su modelo político y económico.

Domingo Faustino Sarmiento, puente entre dos Generaciones.
     
     Hablar de Domingo F. Sarmiento, es hablar de su época, y por supuesto del contexto histórico y social en el cual sus ideas se desarrollaron y se aplicaron. Porque a pesar de no estudiar y vivir en Buenos Aires, a la distancia coincidió con los integrantes de la Generación del ’37, la cual precedió a la denominada Generación del ’80. La primer Generación mencionada o la Generación Romántica de la post independencia (1837), tuvo precisamente entre sus figuras mas representativas a Juan B. Alberdi y Domingo F. Sarmiento, quienes coincidieron en aspectos esenciales, aunque discreparon en los tiempos, métodos, órdenes y valoraciones personales de sus propuestas histórico-culturales.
     
     Ambos creyeron en la necesidad de una organización política institucional, y en abrir fronteras a la inmigración que construyera nuevas ciudades y enseñaran las artes para el aprovechamiento del ganado y el cultivo de la tierra. La esencia de las posturas sarmientina y alberdiana, fue fundada sobre la antinomia Civilización o Barbarie. La Civilización en nuestro país, estuvo construida sobre cuatro parámetros: filosofía francesa racionalista ilustrada, doctrinas políticas y económicas inglesas, romanticismo, francés y alemán, y humanismo renacentista de origen italiano.
     
     El triángulo cultural y político, compuesto por Juan B. Alberdi- Domingo F. Sarmiento y Bartolomé Mitre buscó sin desmayo, (no sin diferencias): la organización nacional argentina orientada a desarrollar el modelo civilizatorio europeo anglo-francés portador del espíritu del progreso. Sin embargo fue Esteban Echeverría quien impuso las ideas románticas de su Generación.
En efecto, a mediados del año 1838, luego de la clausura del Salón Literario y de la revista La Moda, (publicación en la cual escribieron los jóvenes intelectuales opositores al rosismo), por el gobierno de Juan M. de Rosas, Esteban Echeverría presidió y fue a su vez, el encargado de redactar el Credo o Código de la Asociación de la Jóven Argentina o Asociación de Mayo en la que continuó expresándose el Salón Literario. La declaración de principios trató temas como la libertad de prensa, problemas económicos inmanentes al capitalismo, fuentes de las rentas del Estado, su sistema administrativo, organización de la campaña, milicia nacional, inmigración, poblar el país. Todos estos, fueron conceptos coincidentes con las ideas expresadas por Juan B. Alberdi al inaugurar el Salón Literario; pero será Esteban Echeverría quien junto a Juan M. Gutiérrez, Carlos Tejedor, Frías, Jacinto Peña, Bernardo de Irigoyen y Vicente López, discutieron las ideas que luego él transformó en el Dogma Socialista.
      
     Esta Generación, fue la que logró sintetizar a través de estos referentes algunos de los aportes ideológicos de la Revolución de Mayo, bajo conceptos tales como por ejemplo: Progreso y Democracia.Y será del dogma de Esteban Echeverría donde se encuentren las formas culturales fundamentales de las Bases de Alberdi escritas finalmente en el año 1852, sumado a ello la influencia decisiva de la Constitución norteamericana. Fue en esta manera de pensar, y en esta militancia que se enfrentaron con el jefe de la Confederación Argentina, Don Juan M. de Rosas y debieron exiliarse.
     
     El voto calificado, la Constitución, los capitales extranjeros, los ferrocarriles y los inmigrantes fueron moldeando este Proyecto para un “desierto” que los abrumaba. Y esta contradicción con quien gobernara a gran parte del territorio nacional hasta el 3 de febrero del año 1852, cuando se produjo su derrocamiento, formaba parte de un proceso histórico iniciado en el año 1820, y que se prolongó hasta el año 1880. Sesenta años de guerra civil, entre las facciones unitarias y federal arrasaron toda posibilidad de entendimiento hasta que una de ellas, ya sintetizada en la clase dirigente nacional, la oligarquía terrateniente, tras derrotar a los sectores populares inauguró la etapa de la República Posible, parafraseando precisamente a Juan B. Alberdi.
     
     La clase letrada, se sintió poseedora de la soberanía política y de la tierra (sinónimo de Patria) para su visión economicista-liberal. La unificación del territorio nacional, la fijación de sus fronteras, la ocupación de vastas planicies por parte del ejército nacional comandado por el general Julio Argentino Roca, con la consiguiente expulsión, muerte o reducción a la esclavitud de decenas de miles de sus pobladores originarios; el establecimiento de la Capital Federal, de cara al puerto de Buenos Aires como símbolo del poder político y económico de la República Argentina, fueron el final soñado de aquella zaga escrita y relatada ya desde sus inicios por aquella Generación del ’37.
     
     Un Estado Nacional, el cual durante las denominadas Presidencias Fundadoras, entre los años 1862 y 1880, se organizó sentando las bases institucionales de dominación y unificación tanto políticas, como económicas, culturales y educativas. La “Guerra de Policía” contra el delincuente social “vago y mal entretenido” que era el gaucho, justificó con estos calificativos el grillete y el “pase a lanza” de miles de prisioneros de los ejércitos montoneros de la campaña federal. Amén de una Guerra impulsada por el “nexo” fundamental con el sistema Capitalista internacional, el Reino Unido de la Gran Bretaña, contra el hermano pueblo del Paraguay entre los años 1865 y 1870. Iniciada por Bartolomé Mitre entonces presidente de la Nación y terminada por su sucesor, precisamente, Domingo F. Sarmiento; enfrentamiento largo y costoso que fue recordado por lo infamante de sus causas formales y el despojo y genocidio sufrido por la República del Paraguay, buscando imponer el liberalismo económico.

“Estamos por dudar que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes indios salvajes y esclavos, que obran por instintos a falta de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos perros ignorantes de los cuales ya han muerto ciento cincuenta mil. Su avance capitaneado por descendientes degenerados de españoles, traería al detención de todo progreso y un retroceso a la barbarie. Al frenético, bruto, y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que le obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo el pueblo guaraní. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana: raza perdida de cuyo contagio hay que librarse.”

Domingo F. Sarmiento: carta a Mitre del año 1872

Las ideas de la élite ilustrada.
     
     Domingo Faustino Sarmiento, al exiliarse partió hacia Chile dejando un escrito en idioma francés sobre una piedra al cruzar la frontera, que pasó a la historia como “Bárbaros, las ideas no se matan”; si bien textualmente estas no fueron sus palabras sí la idea que quiso transmitir. Su trabajo como periodista opositor al gobierno federal en un diario chileno, le trajo a este gobierno reclamos por parte de la Confederación que le valió a Domingo F. Sarmiento un viaje pago por el Estado chileno, por gran parte de Europa, Africa y de los Estados Unidos de Norteamérica. En su recorrido por el país del norte quedó impactado por la lectura de dos novelas que retrataron la vida en el “salvaje oeste”; “El último de los mohicanos” y “La pradera”, ambas escritas por el autor estadounidense Fenimore Cooper en los años 1826 y 1827.
     
    Si bien el dilema que aparece aquí es entre Naturaleza y Sociedad e intentando rescatar al “buen salvaje”, el autor argentino tomó la esencia que para él fue el dilema de Civilización y Barbarie. Contradicción que también rescató Juan B. Alberdi en su enfrentamiento con Juan M. de Rosas a quien le endilgaba una “tiranía” sustentada por los gauchos. Enfrentamiento que ambos, y sus contemporáneos de la Generación del ’37, sobre todo Esteban Echeverría, explicaron y atribuyeron a la herencia española y al sincretismo cultural con los pueblos originarios; y aquí surgió otro pilar de la nueva sociedad planificada, el reemplazo de la población nativa por inmigrantes europeos del norte anglosajón. (1)
     
     Dos problemas se solucionarían con este reemplazo, el de las mayorías que votaron sucesivamente a Manuel Dorrego y a Juan M. de Rosas junto a la inoperancia cultural y por ende el atraso congénito de estas mismas masas. Subyace aquí otra dicotomía: la clase ilustrada versus las clases populares amenazantes. Al tiempo que bárbaro, al definir al nativo como extranjero, consolidó la idea en las clases dirigentes opositoras y en sus seguidores, de estar ante la presencia de verdaderos extraños, provenientes de un afuera, aunque siglos de historia los respaldaran como originarios habitantes de estas tierras, para esta visión masas inorgánicas y amorfas que amenazantes impedían la llegada por ejemplo del ferrocarril, los capitales británicos y los inmigrantes en perfecta tríada que poblara este “desierto”.
     La “solución” inmigratoria precisamente no fue anglosajona sino todo lo contrario: el 80% del caudal inmigratorio que nutrió a nuestro país, estimado en poco mas de cinco millones y media de almas (de los cuales la mitad se quedó a vivir para siempre en nuestras tierras), provino entre los años 1857 y 1914 de la Europa del sur, esto es, campesinos analfabetos, sin tierras, pero con ideologías anarquistas, socialistas y sindicalistas revolucionarias, en lo referente a sus culturas laborales.(2)
     
     Del combate instrumentado mediante la “Guerra de Policía”, por Bartolomé Mitre (presidente entre los años 1862 y 1868) y su sucesor Domingo F. Sarmiento contra las montoneras y las tolderías de pueblos originarios, se pasó a la guerra contra las “tolderías rojas sindicales” de finales del Siglo XIX en adelante. La práctica de exclusión política y ecoómica fue sistemática, antes y durante el proceso que organizó nuestro país, e incluyó a la oleada inmigratoria ya que además se resistió desde su experiencia de clase recién constituida en estas tierras contra el embate del capitalismo británico y el vernáculo. En tanto, en lo referente al sistema educativo implementado por la Generación del ’80, entre otras variables, reprodujo una historia oficial tendiente a unificar antes que a educar en el sentido pleno del concepto a las masas inmigratorias; y a recordarles a los criollos que los héroes de la República los observaban desde sus estatuas para que no olvidaran quienes fueron los hacedores de la Nación.
    
     El liberalismo había triunfado y esta era la esencia de la “pedagogía” de esta Generación, dirigida a los “bárbaros” propios y extraños. La educación popular sarmientina había dejado su impronta cultural e ideológica estableciendo fronteras claras hacia un Otro ajeno.
Leyendo al Facundo.
     
     En el año 1845, en los meses de mayo y junio comenzó a publicarse por entregas en el diario El Progreso de Chile; cuyo título original es: Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina. Aquella frase en francés es la que acuñó Domingo Faustino Sarmiento, y él mismo la tradujo según su parecer como: A los hombres se degûella; a las ideas no. Y la síntesis final que trascendió su época fue finalmente: “Las ideas no se matan”; Ricardo Piglia en su trabajo sobre este texto, comentó que “la literatura argentina comienza con una frase en francés”, aunque la advertencia original perteneció a Denis Diderot: “No se fusilan las ideas”. Fusilamiento, degûello, muerte en síntesis, mas de las personas que de las ideas.
     
     El self made man literario que es Domingo F. Sarmiento, (2) en su huida a Chile, mediante el relato del Facundo pretendió demostrar que la barbarie alojada en la Naturaleza hostil de la Pampa, ese desierto imposible de llenar con sus nativos, estaba hecha carne en el caudillo. En esta coyuntura política es Juan M. de Rosas, como antes lo fue Facundo Quiroga, como siempre lo serán los caudillos federales, a quienes combatirá con su guerra muchas veces hasta personal, llegando al exterminio. Interpretó, tradujo, transmitió el espíritu de la Europa próspera y civilizada y de los EE.UU.; ejemplo que deberemos tomar, nos aseguró, si queremos insertarnos en el mundo moderno, y será precisamente en este último caso, cuando al viajar por aquellas geografías encomendado por el gobierno chileno entre los años 1845 y 1848, el que impactó en su visión comparativa entre la Argentina y aquél país del norte, el cual estaba ya lanzado a la carrera de la conquista y colonización de su propio espacio geográfico y de sus vecinos: México y Centroamérica.
    
     Entretanto, la figura del caudillo Facundo Quiroga, para él fue además de ese grande hombre, al cual identificó con la manifestación de la vida argentina, pero sin moral; lo transformó en una figura propia de la corriente Romántica de su época: un gigante, con sus mitos y leyendas que crecieron a medida que se desarrolló la narración de la vida del caudillo riojano. La espada sarmientina apareció así una y otra vez a través del Facundo para herir a Juan M. de Rosas, su verdadero enemigo, podemos afirmar el único, porque en aquél año 1845, ya hace diez que el Tigre de los llanos fue asesinado.     
     
     Desde otra óptica, podemos afirmar que este texto es uno de los fundadores no solo de la literatura nacional, sino también y especialmente de aquellas imágenes dicotómicas que nos mostraron aquellos dos mundos incompatibles entre sí: la ciudad versus la campaña,  no es cualquier ciudad: es la ciudad –puerto, el país unificado, indivisible tras el proyecto de la oligarquía terrateniente, desde la centralista Buenos Aires que elimina el espacio vacío… y nos proporcionó una imagen de plenitud que reemplazó a aquél “mar en la tierra” que era la pampa.
     
     El bárbaro (3) entonces, es el gaucho, el indio, el negro, el mestizo, el mulato, el zambo. Todo aquél que no acreditara sangre europea pura, blanco; es el otro, que representa por ende, la alteridad, extraño y diferente: irreconciliable con el sueño europeizante de la Generación del ’37 a la cual adhiere a la distancia el jóven Domingo F. Sarmiento.

“Se nos habla de gauchos… la lucha ha dado cuenta de ellos, de toda esa chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tiene de seres humanos. Tengo odio a la barbarie popular…la chusma y el pueblo gaucho nos es hostil. Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad? El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden. Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas.”

Cartas de Domingo Faustino Sarmiento a Bartolomé Mitre; 20 y 24/09/1861.
     
     A este problema, su población, se le agregó el que ya vislumbramos en este trabajo; y quienes están proyectando y construyendo una nueva nación, la pampa símil al desierto debe ser recuperada, esto es: ocupada. El mal que aqueja a la República Argentina es “la extensión: el desierto la rodea por todas partes i se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado, sin una habitación humana, son, por lo general, los límites incuestionables entre unas y otras provincias.” El Facundo.

Sarmiento y la Educación Popular.
     
     Y en su afán de aconsejar a los Estados Sudamericanos, se pregunta cuál es el gasto en una educación pública que “discipline” con el objetivo de producir en “orden” a las “masas ineptas”. Instrucción tenaz, permanente, casi obsesiva propone para romper con los obstáculos que oponen nuestros habitantes:

“Sabido es de todos, no ya la imperfección, desaseo incuria y abandono del servicio de nuestros 

domésticos la rudeza y estado embrionario de nuestros trabajos agrícolas, sino también la 

imposibilidad de establecer las mas amplias fabricaciones por la ineptitud de los trabajadores del país, 

para poner en movimiento y mantener en buen estado los mas simples aparatos.” 

Domingo F. Sarmiento, Obras Completas, tomo XI
     
     
     La educación recibida es fundante ya que sociabiliza, imparte moralidad, reemplaza la imposibilidad del pobre de enseñar a su hijo, siendo el Estado el que debe realizarlo, añade autoridad, contiene pasiones, las disipa. Si logramos algunas de estas enseñanzas, seremos afirma Domingo Faustino Sarmiento como los norteamericanos “que visten todos frac, llevan reloj, leen diarios y libros, y tiene hechos votos de no beber licores espirituosos.” Una sociedad opulenta, pacífica, que progresa con el bien y la justicia como norte. Sin duda, una sociedad idílica, que él vio en algunas comunidades pero le bastó para extender estas observaciones empíricas a todo el territorio estadounidense que se debatía en la expansión hacia el oeste, cobijado bajo “la ley del revolver”, la horca, y la guerra cruel y despiadada contra “los pieles rojas”, mexicanos, negros, y que presagiaba a pocos años vista la feroz guerra de Secesión entre el norte industrial y el sur esclavista.
     
      La instrucción primaria es la panacea sobre la cual se edificará la industria, la prosperidad, y terminará, insiste, el atraso y la ignorancia. Si toda la población pasa por esta experiencia, la riqueza crecerá porque el orden garantizará su reproducción. Positivismo, Romanticismo y pragmatismo liberal al uso criollo, pareciera ser la fórmula de quien años mas tarde de estos escritos, vio como la Ley 1420, fue producto de la discusión de gran cantidad de expertos que participaron del Congreso Pedagógico del año 1882. Allí triunfó la postura laica en detrimento de la enseñanza religiosa que se debió impartir fuera de las horas de clase. A pesar de que el Senado luego aprobara esta instancia ante la presión de la Iglesia y los grupos políticos vinculada a ella y la Cámara de diputados debió fallar a favor de lo dispuesto originariamente por el Congreso, es honesto recordar que esta postura fue defendida por el propio Domingo F. Sarmiento y que le valiera el enfrentamiento con el sector católico de la Generación del ’80.
      
     Escuelas para adultos en cárceles, guarniciones, cuarteles; y para niños y niñas, estas últimas mixtas. Lectura, escritura, matemáticas, moral, geografía argentina y mundial, historia universal y argentina, y, en las zonas agrícolas enseñanzas mínimas de actividades agrícola-ganaderas; para las niñas materias sobre economía doméstica y manualidades, y a los varones nociones de ejercicios militares; fueron estas alguna de las materias propuestas y que se implementaron para garantizar la educación integral. La obligación de la asistencia a clases quedó bajo responsabilidad de sus mayores a quienes se les aplicaba multas si no justificaban las inasistencias reiteradas y consecutivas.
     
     Los maestros, al ser escasos, en primer lugar debían tener título habilitante, y se incorporaron además adultos que se los consideró idóneos para ejercer el cargo. Se prohibieron además los castigos corporales. Como podemos observar el Congreso Pedagógico fue amplio y modernizante en su concepción teórica hacia la implementación del sistema educativo. No obstante ello, al sancionarse la ley 1420, en el caso de los adultos se le restó importancia a su contención educativa. La Generación del ’80, fue la que impuso a partir del año 1884, la gratuidad de la enseñanza pública y lo hizo desde el Estado Nacional con una clara vocación centralista porteña por sobre las provincias e instrumentada solo en la Capital Federal (creada en el año 1881) y en los territorios nacionales de entonces; inspiradas estas medidas en las provenientes de Francia, a instancias de su autor Jules Ferry.
     
     Recién en el año 1905, con la Ley Lainez, el Estado Nacional extendió su influencia en el resto de las jurisdicciones educativas, lo cual implicó hacerse cargo de salarios docentes, mobiliarios para los establecimientos educativos, creación de escuelas. Y dirigió todas sus energías a uniformizar a la población que estaba recibiendo desde hacía mas de veinticinco años el aluvión inmigratorio, con el objetivo de dotarla de un sentimiento, una historia y una identidad nacional.

     El positivismo liberal de la clase dirigente vio en la escolaridad la manera de consolidar el proyecto republicano moderno que atacara dos flancos, por un lado el oscurantismo religiosos heredado de la hispanidad y la extranjerización propuesta en un comienzo como respuesta saludable a la población nativa incapaz e inculta, pero que trajo a vastos sectores sociales desposeídos y con ideologías de izquierda a nuestras tierras que terminaron enfrentando durante décadas a la oligarquía terrateniente en el poder.
     
     Esta síntesis ideológica, cultural y política se transmitió a la educación pública y a los formadores de los educadores que pasaron por las escuelas normales. Y en este punto mucho tuvo que ver la influencia en Domingo F. Sarmiento el pedagogo norteamericano, Horace Mann quien ya en su país bregó por la educación gratuita y universal, tendiente a homogeneizar a la población sobre la base del respeto de la libertad del individuo. Las casi cien maestras norteamericanas que vinieron al país a instancias de Domingo F. Sarmiento, llegaron formadas por las concepciones de Horace Mann, quien ya en su propio país habían sido dejadas de lado por la filosofía educacional conocida como pragmática, la cual hacía hincapié en las actividades prácticas y a la realidad de su propio entorno antes que a ideas abstracta europeizantes. El universalismo se impuso a la realidad efectiva de nuestras tierras.

                                                                

1También lo hicieron judíos de Europa del Este, sirio-libaneses, galeses, franceses, vascos. Pasando nuestra población de alrededor de 1 millón ochocientos mil habitantes a cuatro millones entre los años 1869 y 1895, y se duplicó a ocho millones en el año 1914. Un tercio del total eran extranjeros y la mitad de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires no eran nativos. Para ampliar la visión y la propuesta de la clase dirigente en referencia a la inmigración ver Ezequiel Adamosky. Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003, Buenos Aires. Planeta, 2012.

2 Este giro idiomático norteamericano hace referencia a aquella o aquellas personas que desarrollan habilidades, conocimientos, que les permiten desarrollarse individualmente, y por sobre todas las cosas en materia económica sin intervención supuesta del Estado.

3 Este concepto tiene su raíz en la Civilización griega antigua, en el Siglo V a. c. Para esta cultura, todo aquél habitante del mundo conocido que no conociera la lengua griega era precisamente un bárbaro, ya que su habla era un barboteo inentiligible. Bárbaro pasó a ser de este modo sinónimo de extranjero.

                                                   
                                                 Profesor Guillermo M. Batista.



LA REPUBLICA CONSERVADORA / EL RÉGIMEN POLÍTICO OLIGARQUICO

A partir de 1880 se aseguró la unificación del Estado Argentino y la obediencia a la autoridad centralizada por los ciudadanos de todo el territorio. A partir de ello, la clase política o grupo dirigente, que denominaremos como la “elite”, organizó un nuevo orden político. Este nuevo orden político mantuvo el liberalismo imperante desde mediados del siglo XIX, a partir del cual se aceptaba la legitimidad del poder por la soberanía popular (vale decir las autoridades eran electas por un sufragio masculino universal para elegir a sus representantes)) y la igualdad de derechos para todos los ciudadanos (vale decir la igualdad ante la ley).
Pero, y al mismo tiempo, a partir de 1880 se fue consolidando un régimen político que depositó en manos de un grupo reducido – la “elite”- el ejercicio del poder político, restringiendo la participación de las mayorías a partir del uso frecuente del fraude electoral. Por eso se denomina el período como “Régimen político oligárquico” Esta “Oligarquía” (término griego que significa gobierno de unos pocos, que al mismo tiempo detentan el poder económico) estaba formaba por los sectores económicamente dominantes, que al mismo tiempo poseían educación y preparación para el ejercicio del gobierno.
Así la vida política se mantuvo hasta 1916 restringida a ese sector social. ¿Cómo logró mantenerse en el poder? O dicho de otra manera ¿Cómo logró controlar el acceso a los cargos de gobierno? Por el uso sistemático del “Fraude electoral”. Para ello organización el Partido Autonomista Nacional (PAN), a partir del cual elegían a los diversos candidatos a nivel nacional, provincial y municipal.

Es importante que tengan en cuenta que el PAN no era un partido como los que conocen en la actualidad. El PAN era una grupo conformado por las oligárquicas del país, que solo se ponía en marcha en el momento de elegir a los candidatos (veremos en la próxima clase que el primer partido político moderno fue la Unión Cívica Radical – UCR-)
Si bien se mantenía las reglas de la democracia política, es decir las elecciones, la “elite” organizó un sistema por el cual controlaba las elecciones interviniendo de diversas formas para lograr que el resultado electoral sea el buscado. Por ejemplo la confección del padrón electoral, que era distinta a la actual, porque en esa época el voto no era obligatorio, y aquellos que querían participar debían inscribirse antes en un padrón.

Como la “elite” tenía en sus manos el control sobre su confección, no incluía a aquellos que no votaran por ellos, o llegó a incluir a ciudadanos muertos para que voten. Otro ejemplo de fraude; el voto colectivo por el cual el padrón de una estancia llevaba los votos de sus trabajadores; o el doble voto o directamente la compra de los mismos.
Por estos medios la “elite” se aseguraba que los representantes elegidos fueran personas afines a sus intereses. El candidato a presidente del PAN para las elecciones de 1880 fue Julio Argentino Roca. Personaje que constituye el paradigma de esa organización política. Al mismo tiempo de ocupar la presidencia, también tenía en sus manos la dirección del PAN. Esta concentración del poder recibió el nombre de “Unicato”. El objetivo de esta concentración del poder era consolidar su poder ante posibles opositores. Esta política conservadora fue acompañada por aspectos liberales.
Los mismos se plasmaran en una serie de leyes, como la ley de Matrimonio Civil (1883) y la ley de Educación Común 1420 (1884) mediante las cuales el Estado Nacional tomo en sus manos actividades que hasta el momento se encontraban en poder de la Iglesia. Este proceso, que se denomina “avance de la secularización” condujo al enfrentamiento entre la Iglesia Católica y el Estado.
Julio Argentino Roca ocupó la presidencia entre 1880 y 1886 (recuerden que la Constitución de 1853 establecía que el presidente duraba en su cargo seis años y no podía ser reelecto en forma inmediata, debía dejar pasar un período; por eso veremos que Roca fue nuevamente presidente entre 1898 y 1904 // es a partir de la reforma constitucional de 1994 que el presidente dura 4 años y puede ser reelecto para otro período consecutivo).

Durante la presidencia de Roca se sentaron las bases de la República Oligárquica. Debido a ello también se utiliza la denominación “Generación del 80” para referirse al período de la historia argentina entre 1880 y 1890. Su programa político continúo con el formulado desde 1862 en las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, que consistió:
Legalizar el poder y pacificar el país, bajo el lema “Paz y Administración” - Promover el desarrollo económico a partir de la inserción de la producción agrícola ganadera en el mercado mundial - Generar un mercado de trabajo a partir de una amplia política inmigratoria -

Generar un mercado de capitales a partir de la inversión de capitales extranjeros Presidencias argentina entre 1880 y 1916 (a modo orientativo, no es necesario que lo memoricen) 1880-1886 Julio A. Roca – Eduardo Madero 1886-1890 Miguel Juárez Celman – Carlos Pellegrini (como consecuencia de la Revolución de 1890 Juárez Celman renuncia y asume el vicepresidente Pellegrini para completar el mandato) 1892-1898 Luís Sáenz Peña. José Evaristo Uriburu (en 1895 renuncio el presidente y asumió el vice) 1898-1904 Julio A Roca- Quirno Costa 1904-1910 Manuel Quintana. José Figueroa Alcorta (1906 muere Quintana y su vicepresidente termina el mandato) 1910-1916 Roque Sáenz Peña – Victorino de la Plaza (1914 muere el presidente y su vicepresidente termina el mandato)



Aquí exponemos los ejes centrales para facilitar la lectura del texto.

 La consolidación del Estado Nacional creo las condiciones necesarias para la inserción de la Argentina en el mercado mundial. Desde mediados del siglo XIX, el Estado se encargó de desalojar y exterminar a los pueblos originarios de las tierras fértiles de la región pampeana; tierras que, por diversos mecanismos, quedaron en manos de los sectores más poderosos (burguesía agraria/terratenientes) dando lugar a propiedades de gran extensión (latifundios) conocidas con el nombre de estancias.

El denominado Modelo Agroexportador (a partir de ahora lo designamos como MAE) implicó la inserción de la economía argentina al mercado mundial. Si bien el proceso se inició a mediados del siglo XIX, fue a partir de las últimas décadas del mencionado siglo cuando se consolidó, en el marco de la nueva etapa de expansión capitalista: Imperialismo.

Veamos entonces cuál era el panorama internacional de la segunda mitad del siglo XIX: A mediados del siglo XIX, en algunos países europeos y en los Estados Unidos se aceleró el proceso de industrialización que había comenzado en Inglaterra durante el siglo anterior con la utilización de la máquina de vapor en la industria textil (Revolución Industrial).

Aunque Inglaterra seguía siendo una potencia de primera magnitud, en esta etapa de la industrialización, llamada Segunda Revolución Industrial, comenzaron a destacarse Alemania, Francia y los Estados Unidos. En esta segunda fase de la industrialización el petróleo comenzó a ganar terreno como insumo clave y se desarrollaron las industrias químicas, eléctricas y siderúrgicas. 

Ya no se producían solo textiles sino también acero, telares mecanizados, máquinas herramientas, etc. Al mismo tiempo, el desarrollo del ferrocarril y el barco a vapor provocaron una verdadera revolución en el transporte y las comunicaciones. La capacidad de carga aumentó y se abarataron los costos del transporte lo que permitió ampliar los intercambios a lugares antes remotos e inaccesibles.

Los países centrales comenzaron a demandar mayores cantidades de materias primas (lana, cuero, algodón) y alimentos (azúcar, cereales, carne, café) para abastecer sus industrias y alimentar a una población que creció a pasos agigantados a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX La división internacional del trabajo. Los países industrializados necesitaban alimentos para su población en aumento, y materias primas para las industrias. Esto impulsó la incorporación al mercado mundial de regiones productoras de bienes primarios que recibieron capital, tecnología y mano de obra para que pudiesen satisfacer sus necesidades.

Este sistema de organización de la producción y el comercio se conoce con el nombre de división internacional del trabajo, donde algunas regiones se especializaban en la elaboración de productos industriales (países centrales) y otras en la explotación de sus recursos naturales para producir materias primas y alimentos (países periféricos), según las necesidades de los países centrales. Características del MAE -Dependencia económica del mercado externo: la Argentina como país periférico de la economía mundial dio lugar a que los centros industriales europeos tuvieran poder de decisión sobre la organización de la producción argentina.

En el mercado mundial se fijaban los precios de los productos y se decidía el destino de las inversiones de capitales. Así, de manera indirecta, la demanda de los países centrales determinaba qué productos convenía producir en el país. -Mercado de tierras: el latifundio era la unidad de producción agropecuaria, vale decir las grandes propiedades rurales ubicadas en la región pampeana. -Rol del Estado: tuvo un rol decisivo al garantizar la libre circulación de bienes y capitales, favorecer la expansión de la red de transportes y otras obras de infraestructura, facilitar la puesta en producción de las nuevas tierras de frontera, estimular la inmigración extranjera para obtener mano de obra y organizar el sistema jurídico y monetario. -Inversión de capitales extranjeros: fueron centrales para el desarrollo del modelo.

Los mismos estuvieron destinados a realizar obras que facilitaban el transporte y la comercialización de los productos argentinos en el mercado internacional. El mayor volumen de inversiones de capital fue de origen británico, y permitieron la expansión del ferrocarril y la modernización del puerto de Buenos Aires. También se destinaron a fundar Banco, empresas exportadoras y frigoríficos. -Mercado de trabajo/ inmigración extranjera: la escasez de mano de obra en la zona pampeana planteaba un problema para iniciar la explotación de las tierras. 

La solución se encontró en el fomento de la inmigración extranjera. Así entre 1857 y 1914 se establecieron en el país 3.300.000 inmigrantes, provenientes sobre todo de España e Italia, que se radicaron en la región pampeana (zona rural y la ciudad de Buenos Aires) -Desequilibrio regional: las producciones destinadas a la exportación se obtenían fundamentalmente de la región pampeana.


La ciudad de Buenos Aires y su puerto fueron el núcleo que centralizó los intercambios con el mercado mundial, y debido a ello fue allí donde se concentraron los grupos de mayor poder económico y los centros de decisión política. -Esto género que el resto del país quedara en una situación de dependencia del centro de poder económico y político radicado en la región pampeana. Las excepciones fueron las provincias de Tucumán y Mendoza que, dedicadas a la producción de azúcar y vinos, lograron desarrollarse vendiendo sus productos en el mercado interno. La crisis del régimen oligárquico. A fines de la década de 1880, los efectos de una grave crisis económica mundial, tuvieron repercusión en la económica dependiente de Argentina.

La expansión económica se detuvo provocando una disminución de los salarios, un aumento de la desocupación y el empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. A ello se sumó la división de la elite gobernante debido a la concentración del poder que el Presidente Juárez Celman había impulsado (Unicato); concentración que significó que las decisiones políticas se tomaran en un grupo muy reducido, excluyendo a otros grupos de la propia elite. En 1889, la oposición al gobierno de Juárez Celman dio lugar al surgimiento de la Unión Cívica, cuyos principales dirigentes fueron Leando N Alén y el legendario Bartolomé Mitre.

La Unión Cívica estaba integrada por sectores de la elite y por sectores de la naciente clase media (profesionales liberales, estudiantes universitarios, comerciantes). El 26 de julio de 1890, la Unión Cívica llevó a cabo la “Revolución del Parque”, también denominada como “Revolución del 90), que constituyó el primer cuestionamiento violento al orden imperante desde 1880. Si bien la revolución fue derrotada, el presidente Juárez Celman debió renunciar, y su vicepresidente Carlos Pellegrini (aliado a Julio A. Roca y a Bartolomé Mitre) completó el mandato.

Este desenlace genero fuertes tensiones entre los miembros de la Unión Cívica. Los objetivos de sus líderes eran diferentes: mientras Alem reclamaba elecciones libres y transparencia gubernativa, Mitre pretendía recuperar el poder estableciendo una alianza con el PAN. Debido a ello, en 1891 Alem y los sectores que lo apoyaban crearon la Unión Cívica Radical (UCR), que exigió la plena vigencia de la Constitución Nacional, elecciones limpias y honestidad en la administración pública.

El movimiento se extendió desde Buenos Aires a distintas ciudades del país, y en 1893 y 1905 encabezó dos revoluciones armadas contra el gobierno que fueron derrotadas. A principios del siglo XX, la UCR amplió su base social con la incorporación de vastos sectores de las nuevas clases medias que fueron surgiendo como producto de los cambios económicos y sociales: pequeños comerciantes, empleados, chacareros. Muchos de los nuevos dirigentes provenían de familias de inmigrantes que habían logrado que sus hijos accedieran a los estudios universitarios.


La reforma electoral / La ley Sáenz Peña. Debido a la creciente agitación de las organizaciones obreras (Tema que veremos en la clase sobre Movimiento Obrero) durante la primera década del siglo XX, a la cual se sumaba la acción del radicalismo demandando transparencia electoral para garantizar una auténtica democracia representativa, pusieron de manifiesto una profunda crisis en el seno de la elite. Frente al crecimiento de los reclamos políticos y sociales, la elite gobernante se dividió. Por un lado se encontraba el grupo comandado por Julio A. Roca que se oponía a introducir cambios; por otro el grupo de Carlos Pellegrini, que estaba dispuesto a introducir reformas. Este último sector, al que denominaremos “Reformistas” llego al poder en 1906 cuando asumió la presidencia José Figueroa Alcorta, y sobre todo en 1910 con el presidente Roque Sáenz Peña.

El planteo del grupo “Reformista” se basaba en: la necesidad de cambiar algo para no perderlo todo. Una de las reformas más urgentes estaba relacionada con la participación del pueblo en la elección de los gobernantes, vale decir en el sistema electoral. El presidente Roque Sáenz Peña impulsó en 1912 la sanción de la Ley General de Elecciones, conocida como “Ley Sáenz Peña” que estableció el voto secreto, individual y obligatorio para los ciudadanos varones. La elite dirigente pensaba que la nueva ley daría legitimidad al sistema político dado que, por primera vez, sería posible la participación de las minorías en el gobierno.

Desde su perspectiva, las nuevas fuerzas políticas del radicalismo y el socialismo se integrarían al sistema como tales, mientras que los grupos conservadores tradicionales mantendrían el poder. Sin embargo, en 1916, en las primeras elecciones nacionales realizadas bajo la Ley Sáenz Peña, se impuso la UCR, y su principal dirigente Hipólito Yrigoyen llegó a la presidencia. Veamos el análisis de la Ley Sáenz Peña en palabras del historiador David Rock (tomada del libro El radicalismo argentino, 1830-1930) “La confianza depositada por la elite en el nuevo sistema era fortalecida por el hecho de que la ley Sáenz Peña no constituía un procedimiento verdaderamente democrático; sólo concedía el sufragio a los argentinos nativos, y el grueso de la clase obrera eran extranjeros (…).

En la práctica, daba participación en el gobierno a los radicales y a las clases medias, pero los inmigrantes y obreros quedaban tan fuera del sistema como antes. En relación con los obreros, el propósito fundamental era permitir el desarrollo limitado del Partido Socialista en Buenos Aires para que actuará como válvula de escape de las demandas obreras, a fin de reducir el atractivo del anarquismo. Pero los reformadores no se mostraron en absoluto dispuestos a renunciar a los métodos de control obrero que habían venido empleando desde comienzos de siglo, como la Ley de Residencia. Tampoco adoptaron ninguna medida que facilitara la naturalización de los inmigrantes, La Ley Sáenz Peña apenas abrió el sistema político a los grupos de propietarios nativos de clase media y a la minoría de trabajadores que eran oriundos del país. El nuevo sistema constituía una concesión mínima tendiente a restaurar la estabilidad política y a resguardar los intereses de la elite. Fue, por parte de la clase gobernante una retirada estratégica”


                                                         Profesora Alejandra Passino.

VIDEO/ La República Conservadora. 1890 1916
Canal Encuentro.
https://youtu.be/pzJrw7CBtqM

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